sábado, 28 de abril de 2012

Pendientes

Era jueves y mientras pensaba en el único regalo que le hizo, tropezó con una chica de rojo.
Aún así, mientras le ayudaba a recoger la chaqueta a la chica, no podía para de pensar en ello.
Perdió los pendientes antes de verlos.
Le hubiera gustado haberlos visto, al menos una vez, antes de perderlos. 
Ya no tiene recuerdos a los que aferrarse, todos se han desgastado, y la imagen de los pendientes podría seguir ahí. Pero no.
Desde esa noche se quedó solo con el recuerdo de que perdió los pendientes, los que le regaló, antes de abrirlos.
A veces vuelve a aquel parque como si fuera a encontrarlos. Pero no aparecen. 
Quizás un día se cruce con una chica sin saber que esos pendientes que ella lleva son los que un día perdió. Quizás esa chica vaya de rojo, y se choque con ella un jueves por la mañana mientras piensa en esos pendientes que ni siquiera vio. Y ella jamás sabrá que son suyos.

©Alejandra 
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lunes, 23 de abril de 2012

Ella es.

Ella es mejor que Madrid, Venecia, Sevilla. 
Ella es mejor que las carcajadas de un viernes, y los abrazos de los domingos.
Es mejor un helado de chocolate, mejor que Amelie, que Summer, que Rose y el Titanic, incluso que Alicia a pesar de sus maravillas. 
Ella es la manzana envenenada, pero también es los enanitos. 
Es mejor que un beso de película. Que una canción de amor, que un libro de poesía. 
No le eches de menos. Ni tú, ni tu cama, ni tu espejo, ni tus manos. 
Ella no te merece. 
Ella se merece una persona que le escriba prosa. Poemas, todos los días. 
Uno antes de dormir, en especial. Nada más que poemas. 
Pero que los versos sean libres, que la poesía rime por sí sola. 
Y no me refiero de esos poemas que se escriben con papel y lápiz, teclado y pantalla. 
Sino poemas de esos, de boca y boca, de cuerpo y cuerpo. 
Poemas de amor.
©Alejandra 
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domingo, 15 de abril de 2012

En peligro de extinción.


Lo sé, quizás no es el día adecuado, ni el momento adecuado. No hace falta que respondas, pero necesito decirte que, bueno, para qué darle más vueltas. Esto no es nada más que una excusa para decirte que tengo un hueco en mi vida con tu nombre. Y en mis brazos, dos agujeros que están esperando ser llenados por algún abrazo de esos, que me acostumbraste un día, y ya están en peligro de extinción.

©Alejandra
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domingo, 8 de abril de 2012

Constelaciones


Ayer se descubrió una nueva constelación.
Se llama como yo, y está en el norte.
En el norte de tu cuerpo, quería decir.
Los astrónomos afirman que no hay estrellas más bonitas que esas.
Lo que no saben es que no son estrellas;
Son los lunares de tu cuello,
y a mí no me hace falta ni que sea de noche
ni telescopio
para verlos.


Alejandra©
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lunes, 2 de abril de 2012

Cristales.


Habían dos cristales.
El primero verde, fino, pequeño. Aislaba tu cerveza del resto del mundo.
El segundo era transparente, más grueso, y cubría toda la pared.
La verdad es que no sé si eran vidrios reciclados, si antes de llegar ahí habían estado manoseados por niños pequeños haciendo caras en ellos, o habían servido de ventana en cualquier casa. No tenía ni idea de sus vidas, de si se habían roto alguna vez, y ellos tampoco parecían tener ganas de contármela.
La cosa es que el segundo, el que cubría toda la pared, me dejaba entrever, entre gente y mesas, a ti, y tu sonrisa, y tu jersey gris; y también en aquella mano el primer cristal: tu botella.
La verdad es que siempre pensé que las botellas de cerveza deberían tener un mensaje en su interior que te dijera lo que necesitas. Un "Dile que la quieres" hubiera sido suficiente. Quizás un "A tu derecha hay más" o "Entra y recuérdale que sigues fuera" hubiera sido uno bueno para mí.
Pero la verdad es que esa noche no había mensaje en ninguna botella.
Ni tampoco solo dos cristales.
El tercer cristal sí que era reciclado, y sabía de su vida más que de la de ningún otro. Se había roto varias veces, y aún así seguía siendo frágil.
Deberías saber que mi corazón, esa noche, se convirtió en el tercer cristal.


Alejandra©
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