Ella se sienta en una silla.
Y él le acaricia la espalda,
quizás como acaricia a su perro,
o como se rasca los tobillos
al quitarse los calcetines.
Ella cierra los ojos
y él le baja la cremallera del vestido,
sin darse cuenta que, al hacerlo,
no está abriendo ni el corazón,
ni el vestido.
Que solo está abriendo heridas.
©Alejandra
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Pobre chiquilla, a ver luego como cierra ella sola todo eso...
ResponderEliminarYa te digo, espero que sea capaz de subir la cremallera sola.
ResponderEliminarGracias por pasarte una vez más!! es un placer leer vuestros comentarios
un besin