martes, 15 de junio de 2010


Te quiero. Se me hace un nudo en la garganta cuando te lo digo. Se me ponen los vellos de punta cuando me lo dices al oído, bajito, y que solo pueda escucharlo yo. Se me quiebra la voz cuando lo digo delante de más personas. Como esas dos palabras pueden hacerme sentir mucho más que algún libro que no leí hace mucho, más que muchas cosas.
Me miras. Cierras los ojos y sujetas mi cabeza entre tus manos. Sonríes y me miras a los ojos. Tus ojos, tan profundos como mares, me ponen nerviosa. Y de pronto me relajo. Cierro los ojos. Y te cojo de la cintura. Y me besas. No como ayer ni como antes de ayer. Si no suave. Sin prisas. Y se para el tiempo. Me acaricias. Y me sonríes. Te sonrío. Y estás a menos de diez centímetros.
Me coges de la mano. Acaricias mi espalda. Yo te cojo del cuello, me agarras más fuerte contra ti. Y nuestros cuerpos parecen formar uno solo. Y no quiero soltarte. Ya no.
Y te digo te quiero. Bajito, casi no se puede escuchar. Y tú sonríes, aún con los ojos cerrados. Y me besas. Otra vez.

©Alejandra.

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