viernes, 31 de diciembre de 2010

Sed felices.


Feliz última mañana de 2010. Feliz navidad. Feliz noche. Feliz año nuevo. Feliz lo que queda de diciembre y feliz 2011. Felices villancicos, abrazos y besos. Feliz verano también, por si se me olvida. Feliz tú. Feliz yo. Y como ya dijeron una vez, feliz nosotros.

©Alejandra

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Y patinan sobre hielo.


Patinan sobre hielo. Cinco chicas, cinco deseos, cinco sonrisas que se deslizan por sus caras. Se deslizan, como sus patines sobre esa gran placa de hielo que hay en medio del centro comercial. Se cogen las manos y se ríen. Jóvenes. Con ganas de pasárselo bien y de querer. De pronto entran más chicos y chicas; y ellas siguen patinando hasta que una de ellas se cae. Todas empiezan a reírse, como niñas pequeñas. Sin darse cuenta se acerca un chico, le da la mano y con un “Feliz navidad, princesa” la levanta de allí, dejándola de pie. Princesa. A cualquier mujer le encanta que le llamen así. Pero ella se queda callada en medio de la pista, sin haber dado ni siquiera las gracias, pero sonriendo como una tonta, hasta que sus amigas aparecen por detrás y siguen patinando. Juntas.
Suena el silbato y abandonan la pista de patinaje. Todos quieren salir a la vez, pero ellas ya lo han hecho. Se quitan las botas mientras hablan de lo bien que lo han pasado. Una de ellas va a soltarlas cuando se da cuenta de que está allí el chico que la levantó. Se sonríen. Ella vuelve con sus amigas y él se queda allí.
Aquí es cuando parece que todo acaba, cuando eso se queda en eso,en el chico que le ayudó a levantarse cuando se cayó en la pista de hielo.
Pero esta vez no fue así.
Ella cena con sus amigas, ríen, hablan y hasta cantan. Son las doce, y como cinco cenicientas se van cada una a sus casas. Ella coge el metro, casi vacío.
Se sienta y se pone los cascos para escuchar música. Apoya la cabeza en la ventana y casi se queda dormida. En la siguiente parada suben tres personas y de pronto un chico le pregunta si se puede sentar al lado de ella.
Pues bien, imaginaos quien era ese chico.

©Alejandra

lunes, 27 de diciembre de 2010

Olvido decirte que...


Bien, siempre olvido decirte lo que realmente importa, siempre me quedo sin palabras cuando hablo contigo, son tantas cosas las que quiero compartir que me asalta esta especie de inseguridad en mis argumentos... Olvido decirte que te quiero.
Yo, un idiota con la cabeza afeitada y poco más dejo mucho que desear en todo lo que toco, en todo lo que pretendo plasmar... Nunca acierto en la diana, me queda sólo esta sensación de saber que me queda algo por decir, que me queda otra oportunidad, siempre existe ese resguardo que me salva de mis autismos sentimentales.
Yo, un idiota con la cabeza afeitada, no soy sólo esa voz en off que vacila de una prepotencia que le provoca esta sociedad en la que vivimos, me refugio en mis debilidades y eso se nota, vamos que si se nota... Soy algo más.
Siempre he creído que lo que se expresa escribiendo no se es capaz de volver a reproducirlo hablando y eso es algo que tengo marcado en todo lo que digo en cada caldo que lidio con buen o con mal pie, lo siento pero entre otras cosas soy humano y entre otras cosas sufro la debilidad de ser vulnerable a lo que siento...
Llevar esta amistad, esta complicidad en silencio, en el letargo de la oscuridad me está haciendo crecer como persona y cuanto menos como ciudadano x...
Estoy aprendiendo de ti, no sé quizás el qué y el cómo pero siento la necesidad de desafiar al mundo tras hablar contigo, siento la prepotencia de mirar por encima del hombro al resto del planeta tras colgar la conversación de rigor con la cual alimentas algo más que este vacío que a veces me abduce... Alimentas mi corazón.
Ha sido muy grande dar contigo y mucho más grande es el saber a ciencia cierta que es cierto, que pasa el tiempo, ya casi dos meses y esto funciona, seguimos al pie del cañón con esas ganas dementes de querer mucho mas, de querer lo que por derecho la vida nos debe, de querer que todo salga bien... Estoy muy seguro de ti, eso me hace partícipe de una paz interior que no he sabido canalizar a lo largo de mi vida y que por mera casualidad me veo obligado a enfrentarme a mi mismo. Me siento extraño al verme reflejado en el espejo, al hablar solo de temas que quizás nunca hubiese tocado y que por supuesto estaban destinados a ser pasto del olvido por la más absoluta manía esta de reprimir lo que hierve bajo la piel... Bajo la piel del corazón.
Cada vez me ahoga más esta impotencia del teclado y me limito a escribirte todo aquello que por miedo no sé como decirte... Me atraca el impulso de morir en tus brazos, de morir en tus palabras para más tarde buscar el exilio en tu aliento y poder sentirme fuerte... Te echo de menos. Todo siempre es mucho más sencillo y como tal mucho más duro que la misma realidad y como tal, valga la redundancia, mucho más cercano...
Quisiera pregonar lo que te quiero a voces sordas de teclado, quisiera gritar este vacío de no tocarte, quisiera llorar las noches que me gustaría que estuvieses por aquí, pero me quedo con el consuelo de que sé que cobraré todos los intereses, de que saldaré esta deuda en algún momento, mientras tanto pago aduana al cruzar algún mensaje a tu móvil, pago el impuesto revolucionario por haberte conocido, pero me siento especial por sentir bajo mi piel lo que me trasmites y eso me hace ser algo más que un personaje anónimo destacado entre tanto sentimiento por atar....
Son tantas las cosas que te quiero preguntar, son tantas las vivencias que quiero compartir, son tantas las ganas de seguirte el rastro que no me veo capaz de empezar yo solo... Es inevitable, juegas un papel clave al día de hoy en esta partida de ajedrez que no es otra que mi vida, sin trampa ni cartón, esta partida de ajedrez, recuerdo que siempre se ha visto destinada a quedarse en tablas, por fin comienzo a saber que puedo conseguir el jaque mate...
Reconozco que soy débil, este correo lo pone de manifiesto, pero claro eso tú ya lo sabes... Yo sé que lo sabes y es por esto que todo lo que pretendo plasmar cobra sentido por si solo...
Te echo de menos.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Por un momento, no me importa.


Me dio por mirar por la ventana y estaba el sol fuera. Las luces de navidad estaban apagadas y la gente llevaba bufandas de colores. Acaba de llegar mi madre de trabajar y le acaba de dar un beso en los labios a mi padre. Mi hermana tararea un villancico y yo me doy cuenta de que el tiempo pasa tan deprisa que apenas me doy cuenta de que estoy metida en él. Por un momento cierro los ojos y escucho aquella música de piano de fondo. Recuerdo sus labios. Sus besos, sus manos. Por un momento olvido quien soy yo y donde estoy. Por un momento, no me importa.

©Alejandra

lunes, 20 de diciembre de 2010

¡Din, don!


“¡Feliz navidad!” Abro la puerta y aparece una mujer con una caja de bombones para mí. Empiezo a reírme como una tonta. Bombones. Qué clásico. Nunca me habían regalado clásicos. Tengo regalos muy originales, pero jamás me han regalado un ramo de flores, una cena en un restaurante o bombones. Y hoy, mira qué sorpresa. Los dejo encima de la mesa y lo abro. Es una caja roja, preciosa, con dibujos en plateados que dejan ver claramente un “Felices fiestas”. Hay una tarjeta en su interior. Sonrío esta vez y la abro, con cuidado de no romper el sobre rojo que la contiene. “Feliz navidad cielo. Te quiero. Mucho. Y por si no te lo he dicho antes, te quiero.”
Y sorbe la nariz. Tiene los ojos encharcados de felicidad, y no puede parar de reírse. Se sienta, se come un bombón y se pone las manos en la cara, riendo. Por fin un clásico.


©Alejandra

sábado, 18 de diciembre de 2010

Es preciosa.


- Es preciosa
+ Bueno, tampoco es para tanto
- Tendrías que haber visto su sonrisa a las ocho y media de la mañana, cuando todavía no se había peinado

©A
lejandra

jueves, 16 de diciembre de 2010

Todo lo que quiero para Navidad es a ti

Y después de haberse esperado tanto tiempo, con un nudo en la garganta y un dardo en el estómago, cuando se iban a ir, cada uno tiró por su lado. Ahora o nunca. Se dio la vuelta, cerró los ojos y dijo "te quiero", pero solo consiguió robar una sonrisa de su boca junto a un "feliz navidad"

©Alejandra

domingo, 12 de diciembre de 2010

a, b, c, d...

Creo que sería mejor mantenerme alejada de mi móvil y así no cometer alguna locura, como llamarte. Y repetir eso de la A, B, C, D... y así, hasta llegar a tu nombre.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Esa es una bonita historia.

No vengo a contarte la historia de los besos de despedida que se quedaron en el aire y no se volvieron a dar. Tampoco vengo a contar la de chico conoce a chica y al final todo parece bonito. Aunque esa siempre me ha gustado. Deberías saber que la de los mensajes por la madrugada y las sorpresas ya me las sé de memoria. Bueno, y la del zapato de cristal o la manzana roja todos os las sabéis, pero nadie las vive. La del teléfono que suena y nadie lo coge, o la que se queda hablando sola pensando que no había colgado, nunca me han llenado. No he venido a contarte la historia de los besos a escondidas. La que te apetece andar descalza, y dejar los zapatos debajo de su cama. Ahora no vengo a hablarte de ninguna de ellas.

Venía a contarte la historia de las chicas que estudian, pero sacan tiempo para sus amigas. La de las chicas que van al cine y no pueden parar de reír, nunca. Las que se dedican canciones, y textos, y sus méritos. Las que se abrazan sin razones, y se ayudan, independientemente de lo que haya pasado. Las chicas de los helados en invierno, y que aún compartiendo paraguas, se mojan. Y vale sí, que ellas también lloran, pero son fuertes. Muy fuertes. Creédme que se quieren. Muchísimo.

©Alejandra

viernes, 3 de diciembre de 2010

Me emociona(s)/(ais)/(abas)/(aste).


Me emocionan las sorpresas, las cartas, los besos. Me emocionan los abrazos que se sienten; y las reconciliaciones. Me emociona que haya gente que sacrifique todo lo que tiene por otra persona. Bueno, y los libros con finales felices. Y algunas canciones. Y me emocionan los mensajes de buenas noches, y las películas en la cama. Y ya ni hablo de cuando apuestan por mí. Me emocionan los sábados de fiesta sin fiesta, pero con quien quiero estar. Vale, confieso que me matan las despedidas y que lloro con aquella canción que me dedicó una de las personas más grandes que tengo. Y aquel concierto, en aquella fiesta y que dijeses mi nombre, y... vale, sí. También me emociono al recordar.

"Hay dos maneras de tomarse de la vida. Puedes vivir quejándote de todo lo que te falta, quejándote por el sentido que la vida no te dio. O aprovechar al máximo lo que tienes"

©Alejandra