martes, 27 de diciembre de 2011

Hoy no voy a hablar de amor, amor


No quiero escribir otra historia de amor. Porque el amor no se escribe y yo lo hago todo el tiempo.
Una vez me tatué tu nombre en mi hombro, y otra vez me desperté y se había resbalado hasta la planta de mi pie. De tanto pisarlo se ha desgastado.
El amor no se escribe, de verdad, se siente. Yo solo escribo lo que se siente, e intento que al leerlo se sienta el amor que yo sentí al escribir.
Y creer en el amor que escribo, porque aunque yo lo inventara, era real.
Aún así estoy cansada de escribir sobre al amor, y otra vez lo estoy haciendo.
Y es jodido porque cada vez que escribo sobre él, tu nombre vuelve a subir, hasta mi mano, recorriendo mi cuerpo como un escalofrío,
como tú hacías.
Pero qué digo. Tráeme una buena copa hasta arriba de hielo, que esta noche escribo lo que más me gusta.
Pero que quede claro que yo no escribo sobre el amor.
Escribo amor.

©Alejandra
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sábado, 24 de diciembre de 2011

Ella siempre hace café para dos, y desayuna sola.


Abre los ojos y es de día. Bien, por fin es navidad. Son las diez, y cree que ya es hora de levantarse. Va a la cocina y enciende la cafetera. Ella siempre hace café para dos, y desayuna sola.
Mientras pone el aire acondicionado para que se vaya calentando la casa, sale a la puerta para a ver si hay alguna felicitación de navidad en el buzón.
Pero no, nada. Ni siquiera una carta diciendo cuánto se ha gastado este mes o qué precio tiene el champán en el supermercado. Nada, el buzón está vacío.
Cuando va a entrar otra vez en casa(porque hace frío y quiere ya su café) ve que hay un post-it en la puerta. "Feliz navidad mi amor"
Y sonríe. Porque es navidad. Porque alguien le ha dicho "mi amor". Y porque el café ya está listo.



©Alejandra
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martes, 20 de diciembre de 2011

Duran poco las faldas a lo loco.


- Te echo de menos- Le dijo mirándole a los ojos.
Y a pesar del ruido que hacían los de al lado, de la música tan fuerte, de las luces que parpadeaban y los recuerdos malos que solo hacían estorbar, no podía escuchar nada más.
Y volvió a recordarlo, "te echo de menos", y rió. Rió como la primera vez y la segunda. Se empezó a reír y recordó como sus ojos le pedían que le creyese. Pensó en todo lo que pasaba y todo lo que había hecho. Pero es verdad, duran poco las faldas a lo loco. Cabrón, eso no llena.
Y ahora no sabía que hacer, así que opto solo por decirle cuatro palabras, las cuatro palabras que cambiaron todo.
+ Dime que me quieres.
Y él se lo dijo.

©Alejandra
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Este texto lo escribí ya hace días en mi fotolog (http://www.fotolog.com/every_smile), pero creo que no es tarde para ponerlo aquí. Gracias por leerme.

jueves, 15 de diciembre de 2011

Llevaba reloj.

Todas las mañanas se cruza con la misma sonrisa. Con el mismo hombre. A la misma hora. Al principio creía que era cosa del azar, eso de que le viera dos días o tres días seguidos. Pero ya van dos meses.
Él sabe quién es. Y ella sabe quién es él.
Él siempre tiene el móvil en las manos haciendo qué sabe quién. Quizás está buscando una canción que le recuerde la fiesta del sábado por la noche, para alegrarse el día. Quizás (y le consuela que sea esta la opción) esté poniendo la radio, para escuchar canciones y alguna que otra noticia entrecortada que le haga volver a la realidad de la que se evade con las canciones. O quizás le esté mandando un mensaje a su novia, si tiene, con un "Buenos días amor, t he preparado el desayuno, está en el salón. q aproveche!".
El caso es que siempre lleva el móvil en las manos.
Últimamente con guantes.
Hoy, por primera vez en dos meses, no llevaba el teléfono y se han cruzados casi sin mirar. De pronto ella ha escuchado que paraba de andar y se ha girado para ver qué hacía.
"Perdona, ¿Tienes hora?"- Y le ha sonreído mirándole a ella.
Pero en su mano izquierda, él llevaba reloj.

©Alejandra
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miércoles, 7 de diciembre de 2011

Espacio

"Necesito espacio" Le dice ella abrazada a él, sin a penas mirarle a los ojos. Quizás en otro contexto hubiera significado que necesita irse lejos, al espacio, y disfrutar de las estrellas con los ojos cerrados. O abiertos, y con él de la mano.
Pero no. en este contexto ese espacio significa aire. Sitio sin ocupar entre ellos dos. Algo menos de lo que tenían hasta entonces.
Pero el espacio lo único que haría es alejarles más. Ella pidió espacio, y lo que no sabía es que en el amor sobra todo menos eso. Después se quedó sola.
"¿Más todavía?" Le respondió.
Ella contaba el espacio con centímetros.
Él con besos que se quedarían sin dar.

©Alejandra
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lunes, 28 de noviembre de 2011

Ya no amanece.

Erase una vez una historia, la misma historia, que se llevaba repitiendo desde hace meses.
Se preguntó a cuantas le habrías dicho lo mismo que le estabas diciendo a ella. A cuantas habrías recogido de su casa y cogido de la mano. A cuántas habías tumbado en tu cama y recorrido cada uno de sus lunares con la yema de los dedos. Y después le habías dicho en el oído que te encantaba.
Se lo preguntó una y otra vez, hasta cincuenta veces a lo largo de la noche. Para ti posiblemente sería otra más. La historia se volvía a repetir, solo que esta vez los protagonistas eran ellos.
Hubo un momento el que se dio cuenta de que quizás, y solo quizás, esta vez todo era diferente. Las únicas palabras que pueden demostrar algo son aquellas que acompañan los hechos.
Le miró a los ojos, sonrió y le dio un abrazo. Le apretó tan fuerte que parecía que estaban hechos para encajar el uno en el otro, como dos cucharas en el cajón de la cocina.
Se quedó quieta, parecía de hielo, pero seguía con la misma pregunta en la cabeza. A lo mejor quería evitar pensar en eso, pero le costaba demasiado trabajo creer que con ella era diferente.
Pero hubo un segundo en el que se paró de hacer la pregunta. Eran las 21:47 y se escuchó: "Prometo quererte hasta que amanezca".
Desde aquella noche ella no se ha hecho nunca más la pregunta. Ni ha vuelto a amanecer.

©Alejandra
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¡¡YA SOIS 101!! Gracias por leerme, de verdad.
Aprovecho para decir que ya han sido varios blogs los que he encontrado con textos míos y no me gustaría tener que denunciarlos a Blogspot. Espero que los borren, que no se vuelva a repetir y sepan valorar el trabajo ajeno. Gracias una vez más ♥

martes, 22 de noviembre de 2011

#6. Secretos

"Querido :
Después de todo el tiempo, y conseguir saber donde te escondes, solo puedo escribirte lo que abarca este medio folio.
Echo de menos la manera con la que me cogías la mano debajo de la mesa mientras que mis padres echaban leche en tu café. Echo de menos ver como venías cada noche a escondidas a verme, y como me decías que me querías entre dientes. Y los secretos.
Ya han pasado un año y cinco meses desde que te fuiste, y todavía sigo con la esperanza de que vuelvan las manos debajo de la mesa, y los te quiero entre dientes. Porque aunque me dijiste que te olvidara, siempre se me hace tarde, y no me da tiempo a olvidarte.
Vuelve, que el postre que me prometiste está harto de esperar.
Te quiere; la chica de los helados en invierno."

"Querida chica de los helados en invierno:
Tras otros casi cinco meses con tu carta entre las manos, decidí que ya era hora de responderte.
Perdóname por irme y pedirte que hicieras algo que yo no podía hacer. Yo también te echo de menos, y volveré, no sé cuando, pero no me esperes. Vive tu vida, ama, y déjate amar. Sin mi. Disfruta cada mañana, como si no fueras a ver más el sol, y cada noche como nosotros lo hacíamos. Ve a la heladería de la esquina y pídete el postre que te mereces. No pagues, dile que yo iré un día de estos, sabes que nunca ha habido problema por eso.
Deberías saber que aunque me fui, decidí buscarte en otros labios, y no te encontré.
Sé que te mereces al menos una explicación del por qué, pero quizás no la haya.
Algún día volveré con un helado en mis manos. Hasta entonces, por favor te pido que me olvides. Y que cuando llegues olvidemos todo lo que pasamos, y empecemos de cero. Conociéndonos. Creo que la razón por la que me fui es porque no me conocías, y cuando vuelva te merecerás conocer al capullo que soy de verdad.
Hasta entonces,
Te ama, como siempre; el chico que se fue buscando olvidarte."

©Alejandra
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lunes, 14 de noviembre de 2011

Algún día os explicaré a qué me refiero.

Estaba subiendo las escaleras de dos en dos cuando escuché aquellas dos palabras que cambiaron mi ritmo e hicieron que las subiera de una en una.
"Te amo"- Le dice aquel chico con una sonrisa en la boca.
Y ella le mira, perpleja, con los ojos mirando a cualquier parte menos a los suyos; Y se dan un beso frío, de esos que si lo hubiera visto un viernes en medio de una fiesta me hubiera quedado igual.
Pero me quedo con el "te amo". Joder, ¿Sabes lo que significa, lo qué estás diciendo? Amar ¿Lo haces? Creo que te equivocas, que la gente se equivoca, que nos viene grande. Que creemos que amamos, pero que va. Amar es más que tener ganas de verle los lunes a primera hora y dormirte los sábados pensando en sus pestañas. Le querrás en todo caso, pero no le amas. Y menos con diecisiete años, en un portal a las siete de la tarde de un lunes lluvioso. Amar, hasta la palabra nos viene enorme.
Yo mientras escuchaba el ruido de sus besos empecé a subir otra vez los escalones de dos en dos, y me acordaba de sus lunares. Quizás eso sí que es amar.

Algún día os explicare a qué me refiero.


©Alejandra

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miércoles, 9 de noviembre de 2011

Con-tigo (II)

Contigo los cafés por las mañanas empezaron a saberle menos amargos. Ya no demoraba las copas en las barras de los bares cuando se acercaba alguno a decir cualquier tontería. Contigo se dio cuenta de que si estaba a tu lado las mañanas se hacían más cortas y los lunes menos jodidos. Que si estaba contigo no le hacía falta agua, ni tenía frío. Ni miedo.
Contigo estudiar se hacía fácil, y las tardes de domingo en invierno eran para dos. Contigo se le olvidaba dormir por las noches y que las bombillas se funden, las tartas se acaban y el amor se gasta.
Contigo no le entristecen tanto las despedidas. Porque sabe que no lo son.

©Alejandra
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viernes, 4 de noviembre de 2011

Perdóname por no poder perdonarte.


Perdóname. Me pierdo todas las noches pensando en que apareces y que de pronto me pides que vuelva, que me quieres, que esta vez será de verdad. Y entonces yo te diría que no, que lo siento, que te odio, que no podría. Que eres el gilipollas más gilipollas del mundo. Que me estoy volviendo loca de tantas tonterías. Que no me importaría dejarte de ver en muchos años, y que no volvieras a volver, porque no te perdonaría nunca.
Perdóname, pero me encantaría poder decirte que a pesar de todo me acuerdo de lo bueno, pero no puedo. Aunque no sepa dejar de pensar en ti.
Pero aún así, perdóname, porque en el fondo no podré perdonarte.
Así que vuelve y perdóname tú a mi. Y dime que me quieres. Dímelo porque nunca seré capaz de decírtelo primero.

©Alejandra
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domingo, 30 de octubre de 2011

Las historias de amor están llenas de mentiras

Pero, ¿quién no ha mentido alguna vez?
¿Sabéis que es lo peor del amor cuando se acaba?
Que se acaba.

lunes, 24 de octubre de 2011

Y se perdieron.

Se ha dado cuenta de que los besos con prisa son los más lentos. De que los cigarros que mejor saben son los que se encienden con una cerilla, y que las películas son más bonitas si llueve fuera y tienes a alguien a tu derecha. Que si le piden razones solo sabrá dar tu nombre. Se ha dado cuenta de que las pizzas están más buenas frías por la mañana, y que porque se acabe la pila del reloj, el tiempo sigue pasando.
Bueno, y que se han perdido, y no quieren encontrarse. Aún sabiendo que lo harán.

©Alejandra
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lunes, 17 de octubre de 2011

Siguen teniendo algo en común

Una vez dijo que a pesar de que no estaban de acuerdo en muchas cosas, y sus diferentes formas de sentir y verse, de sus peleas y reconciliaciones, tenían algo en común. Y es que estaban locos el uno por el otro.
Y ahora quizás tampoco tienen tantas diferencias, quizás piensen de manera parecida, pero siguen teniendo algo en común. Y es que ya no se piensan por las noches.

©Alejandra
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miércoles, 12 de octubre de 2011

Fueron solo tres segundos.


Sube las escaleras. Las luces están apagadas. Todos estaban nerviosos; ella más. Se sitúa en medio del escenario, por fin. Es feliz. Por un momento le entran ganas de llorar de emoción, pero no le da tiempo. Se enciende un foco azul, azul eléctrico. Ella está en medio del escenario y camina para coger el micrófono. Las piernas le tiemblan y sus tímidos labios dejan ver unos dientes perfectos. Esta nerviosa , es su primera vez.
Por un momento se le olvida el monólogo de antes de la primera canción. Por un momento se piensa si echarse a reír. Solo ve siluetas negras bajo el escenario; están sonriendo, lo siente.
Tardó exactamente tres segundos en caminar hasta el micrófono pero sintió más que en muchas horas. Se da cuenta de que no lleva el colgante de clave de sol que le regalaron, y que no le ha mandado el mensaje a su amiga diciéndole que ya va a empezar. Pero de pronto el ruido cesa, y la luz sigue ahí, en el micrófono, esperándola.
Se da la vuelta y allí siguen ellos. Están esperando con sus guitarras, sus voces y sus ganas de que empiece a hablar para tocar. Ella les podría haber dicho lo feliz que les han hecho durante los ensayos pero no le sale la voz de la emoción. Después de tantos años está ahí, con ellos. Se miran ellos dos. Él a ella. Ella a él. Sonríen. En todos los grupos en los que todos son chicos menos una chica es porque hay o habrá una pareja. Esa es la única razón por la que se unen, y la única por la que se separan. Pero ahí no había ninguna pareja. Aún.
Llega al micrófono tres segundos después de subir las escaleras, y lo siente. "Buenas noches a todos, mil gracias por venir. Es mi primera vez, perdonad a los nervios. Esta canción va sobre mi, y esas cosas que se hacen por amor" Y todos empiezan a aplaudir.
Él sonrió y se puso con su guitarra al lado de ella.
Todo lo demás lo hizo el amor y la música.

©Alejandra
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sábado, 8 de octubre de 2011

Rétame

Pensé que no lo volverías a hacerlo. Me hace gracia, en serio, por primera vez me has sorprendido.
Indirectamente creo que te reté a hacerlo, y tú me retaste a que me equivocase.
Pero ahora voy a ser yo la que te rete a equivocarte.
Mete la pata, jódelo todo, cómprate un billete avión de ida sin vuelta. Rompe las reglas, haz el ridículo, deja todo por alguien, miente. Quiere. Y después vuelve a equivocarte. Conoce, viaja, pasa de mi por un tiempo. Ódiame. Acuestate en muchas camas, pero amanece solo en la tuya. Piensa que a veces el caos es un arte. Escríbeme. No creas a nadie. Creete todo. No te cases. Pero aprende de todo eso.
Y después vuelve.
Y rétame a quererte.

©Alejandra
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domingo, 2 de octubre de 2011

#5. Secretos

Fue como un día de lluvia sin paraguas. Como tu CD favorito rayado. Como una película de amor que ves sola. Como tener sed y no que no quede agua.
Esta vez era él quién caminó durante cinco minutos sin rumbo. Y pensó. Hacía tiempo que no pensaba en lo que estaba haciendo, y ya era hora. Pensó en él, en ellas, y también en "ella", en la única chica que había conseguido querer, pero que dejó por las demás.
Ella estaba en el sofá de su casa con sus amigos viendo una película y riendo a carcajadas. Ya se olvidó de él, por fin. Hacía tiempo que no era así de feliz.
Él siguió caminando y cuando pasó por debajo de la casa de ella se dio cuenta de como habían cambiado las cosas. A penas seis meses antes estaba allí, donde ahora se ve la luz encendida y se escuchan risas.
Recuerda las películas los domingos en su sofá, los viernes de fiesta, y los sábados por la mañana en su cama. Ahora que tiene a tantas, no las quiere. Le echa de menos, y le jode que sea así. Nunca se arrepiente de una decisión que toma, pero esta vez sabe que se equivocó. La echa demasiado de menos. Y le da rabia.
Se sienta en aquel banco que ha sido espectador de sus manos tantas veces. Ahora solo le queda taparse la cara, solo. Y llora. Llora como un niño de cinco años castigado sin recreo.
Quiere parar de llorar y de echarla de menos, pero no puede.
Se detiene frente a su portal, y mira el número de su puerta. Se piensa si llamar más de una vez, pero al fina marca su casa.
"Te echo de menos. Sé que has cogido el porterillo y que estás escuchándome, te conozco demasiado bien. Perdóname, por favor. sé que me equivoqué y me arrepiento como un loco. Prometo quererte toda mi vida si me dejas hacerlo"
Pero ella decide no responder, y cuelga. Se le saltan las lágrimas, pero ella es fuerte. Ahora sí.
"¿Quién era?"- Dice uno de ellos sin despegar la vista del televisor.
"Se han equivocado" - Y anda hasta el cuarto de baño, cerrando la puerta tras ella.
Y ahora es ella quien llora; llora al igual que él llora en su portal.
Saben que ahí acaba todo de verdad, que aunque acabó hace seis meses ahora ya no hay vuelta atrás. Ahora no son dos.
Ella se seca las lágrimas en su jersey y sale sonriendo. Le da un beso en los labios al chico de rojo y le dice que le quiere.
Mientras, él se seca las lágrimas no más de veinte metros más lejos, dándose cuenta de que es un capullo. Y de que ella no está. Que no va a estar nunca más. Ya no.

©Alejandra
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miércoles, 28 de septiembre de 2011

Cada vez le tiene menos miedo al miedo

Ella también sabe lo jodido que es todo eso. En serio, se sabe de memoria como son esas lágrimas, y eso de cuando intentas decir algo, pero no te sale la voz. Conoce ese dolor en el estómago, esas mariposas de acero destrozando todo lo que encuentran en su camino. Ese ser y no ser. Ese pensar que conocías a una persona que se está comportando como una desconocida, y no con ella, sino consigo misma. Ese querer y no querer. Ese odio y a la vez miedo.
Pero ya no queda ni resto del amor que un día hizo milagros y ahora hace destrozos. Y se alegra por una parte, porque eso hace que se de cuenta de quién está, de quién estará y de quién nunca ha estado. Ahora es feliz, sin ti.
Pero ada vez le tiene menos miedo al miedo, y menos amor al amor.
Y creedme, que eso es lo más jodido de todo.

©Alejandra
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jueves, 22 de septiembre de 2011

Tardó exactamente 31 días, y después 94 noches en olvidarla

La quiso, le echó de menos, le maldeció, la odió, deseó no verle nunca más.
Pero le volvió a echar de menos, a amarle, a recordar todos los momentos en aquella casa. De sus tacones desordenados bajo su cama por las noches, y los cinturones por la mañana en su escritorio. Se acordó de ella. De como se amaban. Del amor. Del miedo a no volver a amarse.
Tardó en olvidarla exactamente treinta y un días. Treinta y un desayunos sin café con besos, sin abrazos recién levantados, ni las siestas sin dormir. Tardó treinta y una meriendas sin merendar sobre el mantel verde porque seguía oliendo a su colonia, desde aquel día que se le derramó un poco y desde entonces merendaban siempre con ese mantel.
Ese día treinta y uno, fue jueves. Odiaba los jueves, pero ese le gustó. Se olvidó de ella por las mañanas, por las tardes.
Desde ese treinta y uno no durmió siesta, merendó sobre el mantel verde y desayunó café sin besos, y no le importó.
Pero entonces, llegaron las noches, jodiendo, y su cama era demasiado grande para él solo.
Y la quiso, le echó de menos, la maldeció, la odió, deseo no verle más.
Pero le volvió a echar de menos, a amarle durante noventa y cuatro largas noches.
Y después, después de treinta y un días y noventa y cuatro noches,
le olvidó.

©Alejandra
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domingo, 18 de septiembre de 2011

Así era ahora su amor.


Se despertó con sueño. Bueno no. No se despertó con sueño, se despertó con ganas de soñar. Llevaba mucho tiempo dándole vueltas a lo mismo, quizás incluso más de un año. "Fin". Que palabra más inverosímil. Fin, final, que se acabó. Y a la misma vez principio, que empieza.
Al cerrar una puerta detrás de ti, lo que realmente haces es entrar en otro sitio, no solo salir. ¿Raro, verdad? Eso mismo pensó ella aquella mañana que se despertó con ganas de soñar.
Se acabaron sus sentimientos, sus ganas de verle, de sentirle, de besarle, porque ya no estaban, porque tampoco querían que estuvieran.
A veces no le terminaba de convencer que fuera así, porque cuando desaparecieron esos sentimientos tristes y el dolor, su sitio lo ocupaban de alguna manera los recuerdos bonitos, incluso los recuerdos que tenía a las tres de la tarde cuando él salía de estudiar.
Él estaba estropeando todo lo que un día hizo bien, poco a poco, y eso le jodía. No por nada, sino porque ella lo único que le quedaban eran los recuerdos, y era a eso a lo que se aferraba cada noche antes de dormir.
Pero aquella mañana que se despertó con ganas de soñar, fue bonita. Descubrió que estaba cerrando la puerta al dolor, y descubrió que eso no suponía cerrársela también a los recuerdos, sino más bien abrirla.
Podía disfrutar cada noche del brillo de algunas estrellas que se apagaron ya hace tiempo. Y así era ahora su amor.

©Alejandra
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miércoles, 14 de septiembre de 2011

Pasó cuando ella era otra mujer.

Empezaron siendo amigos de esos que a veces juegan a quererse prometiendo dejar el corazón a un lado, y vivir el momento.
Pasó cuando ella todavía estaba soltera, era joven y no sabía que al final ese capricho de un verano se iba a convertir en su futuro marido.
Porque aunque él le repita que se enamora de ella cada día, ella también se enamoró una vez de él.
Lo había hecho hace mil años, cuando él era otro hombre, ella era otra mujer,
y la vida era otra vida.

©Alejandra
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domingo, 11 de septiembre de 2011

Si lo hubiera sabido, quizás hubiese sido diferente.

Si hubiera sabido que era el último día le habría dicho que que el día que salió del entrenamiento y le vio a ella allí, no había pasado de casualidad. Que aunque le había dicho que le venía de camino, había estado pensando toda la tarde si ir, porque se moría por verle. Si lo hubiera sabido, lo del último día, le hubiera dicho que le encantaba que le dijese lo de su lunar en el hombro, aunque se picara. Que tenía una sorpresa para él, y que aunque tuviera prisa no le hubiera importado llegar tarde, porque era eso, el último rato.
Si lo hubiera sabido, de verdad, que le hubiera dado la carta. Le hubiera contado la verdad sobre su vida, y le hubiera dicho te amo. Pero no te hubiera llamado al día siguiente.
Si lo hubiera sabido le habría dicho todo eso que crees que no hace falta decir, pero que a la vez necesitas escuchar, por muy obvio que fuera. Como también le hubiese dicho que era suya, y que estaba total y perdidamente enamorada de él.
Pero ella no lo sabía, quizás él sí.
Si hubiera sabido que era el último día le habría dicho constantemente ''te quiero'' y no se hubiera conformado con saber que ya lo sabía.


©Alejandra
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miércoles, 7 de septiembre de 2011

Hagamos el odio.

Se miran, y ya no queda amor. Ni un poquito, al menos por parte de él.
Si algo le ha enseñado la vida es que hay que pasar página. Él ya lo hizo. Ella ya lo está haciendo.
Dicen que donde hubo fuego quedan cenizas, pero el viento este que corre en verano se las ha llevado con él.
Hasta los recuerdos se están yendo sin querer, hasta ellos están hartos.
Él ya no siente nada, a ella ya no le queda nada. Y como siempre, no les queda otra.


- Hola.
+ Buenas noches.

Y ahí, se dan cuenta de que es verdad, que ya no queda amor.
Y quizás ahora, y solo quizás, ya no escueza tanto.


©Alejandra
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jueves, 1 de septiembre de 2011

Ha vuelto a soñar contigo.

Ha vuelto a soñar contigo. Pero ha soñado dormida, despierta ya no quiere ni saber tu nombre. Se acostó con dolor de cabeza y al despertarse se ha asombrado de aún conservarla.
En ese sueño (por primera vez) no llevabas tus pantalones claros, esos que tanto le gustaban a ella. Y a ti ponértelos para que ella te lo recordase.
Tampoco estabais paseando de la mano, ni en su casa, ni en la tuya. Esta vez no.
Ni le mirabas, ni tu boca le volvía a pertenecer, ni la palabra "perdón" se escuchaba en ninguna parte del sueño.
Ibas de la mano de otra, y ella se acercaba solo para decirte que te fueras, que no volvieras en un tiempo, que sería lo mejor.
Y se despertó, y volvió a llorar, como cada vez que soñaba contigo, solo que esta vez sus lágrimas eran distintas.
Esta vez lloraba porque sabía que no se iba a ir, que no le importaba que tuviera a otra tía (o a ochenta), pero que no quería verle en un tiempo, y sin embargo, sentía la impotencia de saber que eso era imposible.
Que ahora tendría que verle, y recordar que la noche siguiente a la tormenta que nos despertó a todos a las cinco de la mañana, volvió a soñar contigo.

©Alejandra
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martes, 23 de agosto de 2011

#4. Secretos.

La historia de juntar sus Adidas y las Converse de ella en la misma habitación se repetía cada sábado por la mañana. Al principio ella solo le ayudaba con Química, al principio.
Todo empezó el domingo antes de el examen global, y mientras ella le explicaba la primera energía de ionización, y él solo sabía pensar en ella. En cómo cogía el lápiz, en la letra tan bonita que tenía, en los brazos tan esbeltos y sus piernas (delgadas y morenas) cruzadas debajo de la mesa. Y en su sonrisa, claro, que no se iba aunque se equivocara, así como el lunar que tenía en su hombro derecho.
No podía concentrarse, así que de un momento a otro él se paró y le dijo:
- No me he enterado de nada, lo siento- Y sonrió, tímidamente.
+ Bueno, estate atento porque solo lo voy a repetir una vez más, ¿Vale?- Y fue ahí , justo ahí, cuando cometió el segundo mayor error. El primero fue aceptar darle clases a él. El segundo mirarle directamente a los ojos cuando eran conscientes de la atracción.
Y sus labios, encajaron como una pieza de puzzle en los suyos. Sus manos, traviesas, soltaron el lápiz y le cogieron del cuello. Y él, feliz, se le olvidó que el valor de la constante de equilibrio Kc, solo se ve afectado por un cambio en la temperatura, bueno y también cómo resolver el problema número 29 aunque lo habían repetido mil veces.
No querían compromisos, les aterraba la idea de quererse, de amarrarse. Pero se quisieron. Solo por una tarde, aunque les gustaba que fuera así.
Así que aunque apareció como profesora de Química, la química hizo de las suyas. Y tras varias conversaciones acordaron que no podía darles más clases, o sería peor para lo dos.
Solo quedó en eso, en tres meses dando clases de Química, y en una tarde, la tarde antes de examen global, donde todo empezó y acabó a la vez.
Dos meses después de esa tarde ella recibió una llamada, y esa noche quedaron para celebrar algo.
Ella se enamoró de él,
él aprobó química.

©Alejandra
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jueves, 18 de agosto de 2011

Como si los carteles de "prohibido" prohibiesen.

Prohibido los postres, y levantarse tarde. Prohibido reírse a carcajadas de madrugada, poner música fuerte y dormir en sábanas que no sean las tuyas. Prohibido comer cosas que engorden, y beber alcohol. Prohibidos los besos a escondidas, y las mentiras piadosas. Prohibido hablar con la boca llena.
Bueno, lo de los besos a escondidas lo podéis hacer cuando queráis.
Y todo lo demás también (menos lo de la boca llena).

©Alejandra
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lunes, 15 de agosto de 2011

Mis ganas te tienen a ti como motivo

Estaban a cientos de kilómetros de distancia. Eran la una de la mañana. Ella estaba con unos amigos en la playa, hablando, viendo las estrellas y bebiendo alguna que otra cosa.
Él, en cambio, acababa de entrar de la ducha, ahora iba a salir, tan tarde.
Ella se acuerda de aquella noche y decide llamarle, pero no lo coge. Nada, tampoco pasa nada, es verano, ahora toca disfrutar y no pensar las consecuencias.
De pronto, en medio de doce carcajadas a la vez, suena su móvil. "Un momento, me llaman" Dice mientras se levanta y se va a la orilla.
- ¿sí?- Dice tocando el agua. Está fría.
+ Hola, ¿Me has llamado antes?- Dice mientras sonríe al otro lado del teléfono- es que estaba en la ducha y no lo he podido coger
- Sí sí, pero no te preocupes, ¿qué tal?- Y antes de terminar la frase él ya le había interrumpido.
+ Que alegría escucharte, ¿cómo que me has llamado?
Estaban mirando las mismas estrellas, solo que muy lejos. Pero cuando se escucharon se sintieron mejor, más cerca.
- Nada, tenía ganas de escucharte- Y sonrieron los dos a la vez, a cientos de kilómetros.

©Alejandra
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jueves, 11 de agosto de 2011

Aquel fin de semana que duró 124 días.

Todo empezó una mañana de mayo. Hacía frió, pero no era una fría mañana. Resulta que una chica iba andando rápido por una acera, llegaba tarde.
Por la acera de enfrente había un chico en bicicleta que le miraba.
- ¿Tienes prisa? - Le gritó desde el otro lado de la calle.
+ Síííí, tengo que llegar antes de las nueve o no me aceptarán el proyecto.- Guitó, esta vez ella, sin dejar de andar.
- Espera.
Entonces ella se paró, sonriendo. Él se cambió de acera y le sentó en su manillar. Estuvieron todo el camino hablando de cómo se llamaban, si trabajan o estudiaban, que si los lunes eran una mierda, que si estaban deseando que fuera fin de semana... y quedaron en verse esa noche.
Deberíais saber que desde ese día, él convirtió todos sus días en fin de semana.

©Alejandra
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sábado, 6 de agosto de 2011

#3. Secretos

Ella le conocía. Sabía que su marido había nacido un 23 de Diciembre en un pequeño pueblo de Galicia, y que le gustaba comer lentejas cada lunes. Aunque fuera agosto. Sabía que su color favorito era el verde hierba, que había tenido una novia antes de casarse con ella, y que él se fue casi sin avisar. La dejó, plantada y muerta de pena.
Sabe que ama los viernes, aunque su día de la semana favorito era el martes. Sabe que le quiere, que se casó con él por eso, hace solo un año. Sabe (más bien cree) que su marido es un cabrón (por lo de su exnovia) que siempre está dando por culo y sin hacer nada en su casa. Sabe que siente miedo de que le deje y se vaya, como hizo con la anterior. Sabe que se enamoró de él con apenas dieciséis años, de un hombre que bebía cervezas y montaba en moto, y ella eso le encantaba. Se moría por él, le amaba, y él no lo hacía por aquel entonces.
Pero ella no sabe que su marido bebía cervezas porque no sabía como resolver los problemas. Que tenía moto porque sino no podía ir hasta aquel bar a tomar cervezas y ver como ella iba todos los días al instituto. Que dejó a su exnovia porque sabía que estaba total, y perdidamente enamorada de ella, pero era incapaz de decírselo. Que él no es capaz jamás de dejarle, porque es lo mejor que le ha pasado en la vida. Y que no es un cabrón, ni un hijo de puta, y lo de dar por culo, eso sí es verdad, pero eso pasa en todas las familias (ella también lo daba). No sabía que despertase y ver su sonrisa era la energía de cada día, pero que no se lo hacía saber porque era un orgulloso. Tampoco sabía que no le decía te quiero (nunca, solo una vez el día que hicieron la primera vez el amor, y el día de su boda) por miedo a un "yo ya no". Supongo que por lo tanto no sabía que un mes y dos días después de que ella decidiera pedirle el divorcio (porque seguía pensando que su marido era un capullo, que no le echaba cuenta, y que no le quería) él le había preparado la mayor sorpresa de su vida. Después de todo le iba a demostrar todo lo que sentía.
Pero un mes y dos días después, cuando subieron a ese rascacielos, él le dijo que le amaba. Que le perdonase por no habérselo dicho antes. Y ella le besó, sin decirle que su bolso llevaba los papeles del divorcio, y que ella no le quería. Pero él le amaba (y sabía que si seguía así ella volvería a caer, igual que aquella vez con dieciséis años), así que confió en que volvería a amarle, rompió los papeles, y se sintió segura. Porque eso es lo que necesitaba para ser feliz: seguridad.

©Alejandra
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viernes, 5 de agosto de 2011

Hay algo peor que morir.

Le mató indirectamente con hechos, pero eso era simplemente la pistola que disparaba. Las balas eran las palabras que le habían llegado esta tarde a sus oídos, y le habían matado por dentro, que es lo peor que le puedo pasar a nadie.
Porque si morirse ya es malo, peor es sentirse muerto, y seguir estando vivo.

©Alejandra
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martes, 2 de agosto de 2011

En todos los aspectos ella era una chica normal

Tenía una altura media, un peso medio, y para su edad era lo bastante madura. Vamos, lo justo.
Tenía las rodillas huesudas, y aunque era delgada tenía las caderas marcadas. Le gustaban los días de sol, aunque también la lluvia cuando estaba viendo una peli para dos. Además le gustaban las redes sociales, y leía libros que le hacían pensar que el amor podía ser maravilloso. Escribía, se pintaba las uñas, y le encantaba salir los viernes. Se recogía a las doce y cuarto, tenía su cuarto algo desordenado, y sacaba buenas notas. Muy buenas.
La verdad, es que jamás ha sido la más popular en su instituto (siempre lo ha visto una gilipollez) y no le gustaban las peleas. Lo que sí le gustaba era despertarse tarde, los días de playa, y bailar. Lloraba de impotencia, y se preocupaba porque las cosas salieran bien. Quiso a varios tíos, amó solo a uno. Le gustaban los secretos, los vestidos, y las sonrisas. Le gustaba sentirse querida, y querer. No se enamoraba fácilmente, pero siempre había alguien que le hacía cambiar de opinión. Bebía a veces, y llevaba un reloj de pulsera que le regalaron no hace mucho. Tenía muchas camisetas, y la verdad, es que tenía una talla de pie corriente.
Le gustaban los helados incluso en invierno, y le encantaba el sonido de las carcajadas.
Como veis, en todos los aspectos ella era una chica normal, sólo que no lo era.

©Alejandra
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sábado, 30 de julio de 2011

Toda una vida, le dijiste.

"Te amo, y voy a hacerlo durante todo el tiempo del mundo. Y más"
Recuerda esas palabras como ladrillos en su cabeza. Hacen eco. También recuerda que aquella tarde, al escucharlas, se le saltaron las lágrimas. Estaban sentados en su cama, en silencio, y ella sonrió. Él fue a besarle, y a dos milímetros de su boca se lo dijo. "Te amo, y voy a hacerlo durante todo el tiempo del mundo. Y más". Así sin más. Una promesa que no quería que se quedara en el aire. Estaban enamorados, eran felices. Creedme, lo eran.
Fueron buenos tiempos, y saben que van a venir mejores. Pero a veces recuerda esas quince palabras que hicieron de ella la persona más feliz de la tierra.
Hoy se le llenan los ojos de lágrimas al recordarlo, como aquella tarde. Pero no por el dolor que hacen, sino más bien por lo feliz que fue después de que se las dijera. Fue aquella promesa. Sonríe, quizás porque ahora se da cuenta de que aquel día se le llenaron los ojos de lágrimas porque sabía que él no era capaz de cumplirla.

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jueves, 28 de julio de 2011

Decían que el cielo estaba más alto allí.

Sin embargo, ellas tocaron las estrellas.
Bailaron, conocieron, cantaron, bebieron, lloraron pero también rieron. Comieron, fueron y vinieron. Por una noche, hasta olvidaron quienes eran y donde estaban. Por una noche, no les importó.

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lunes, 25 de julio de 2011

#2. Secretos

Ella le echaba de menos, mucho. Tanto que ya no distinguía en que día de la semana estaba.
A veces echaba vinagre a la comida, cuando tenía que echar aceite. Y hubo una vez a la que le echó al bizcocho sal.
Le dolía el cuerpo, se sentía con sueño. Ya no tenía ganas de llorar, la verdad. Pero se sentía vacía, llena de agujeros, aquellos que había dejado él al dejarla.
Pero un martes, después de un mes, sus amigas le dijeron de ir a cenar por ahí, todas, hablar, tomar algo y después irse a dormir al camping de una de ellas. Vivir, disfrutar. El día siguiente lo pasarían allí y por la noche volverían a sus casas, donde le esperaba la realidad, sus padres, su verano, pero también sus problemas.
Esos dos días fueron geniales, le hicieron olvidar la razón por la habían ido, por que sí, eso también lo habían olvidado. Fue feliz. Sí, y lo podía decir bien alto.
Supongo que buscó olvidar en aquel beso, y lo hizo. Le olvidó al menos por dos días, dos días maravillosos.Sintió mariposas una vez más al ver a una persona, y la cara de tonta cuando le sonreía.
Cuando volvían en el autobús, acordaron que lo que pasó allí, allí se quedaría, junto a las botellas y los paquetes de tabaco vacíos.
Llegaron, cogieron sus mochilas, y rieron. Supongo que nada más que la suela de sus zapatos tocaron el suelo de sus casas, volvieron a la normalidad, solo que un poco con mejor humor. Necesitaban estar un día así, todas, juntas, siendo felices.
Todas siguieron sus vidas, y siguieron hablándose con los chicos de la noche anterior, a los que le regalaron un beso.
En cambio ella, al despertar la mañana siguiente sintió una punzada en el estómago, y otra vez dolor en su cuerpo y sueño, aunque no ganas de llorar. Pero sus amigos le hicieron pasar ratos increíbles y poco a poco le hicieron olvidarse de él.
Lo que no sabían en que durante dos días fue feliz, y volvió a sentir mariposas en el estómago. Ahora, cada vez que se acuerda, sonríe.
Pero lo más bonito de todo, no fue que durante esos dos días que pasó allí fue feliz. Sino que pensó que ya no volvería a estar triste.

©Alejandra
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Todas las historias referidas a "Secretos" son inventadas por mí. Cualquier semejanza a la realidad es mera coincidencia. En especial a todos vosotros, gracias por leerme :)

miércoles, 20 de julio de 2011

#1. Secretos

Sentía una punzada en el estómago porque sabía que lo que hacía estaba mal, pero no se arrepentía. Eran la una de la mañana, así que extendió la manta, la llenó de pequeñas velas y abrió una bolsa de patatas mientras se sentaba a esperar que llegase.
De pronto alguien se tiró encima y se empezaron a reír. Sabían que no podían estar juntos, que nadie les podía ver, pero eran felices. Así, con su secreto.
Se bañaron en el mar y cuando salieron comieron chocolate. De pronto, ella se tumbó y sonrió mirando las estrellas. Él se sentó a su lado y le preguntó en qué pensaba.
- En ti. En mí. En todos. En que esta noche ha sido fantástica y me da rabia que solo sea eso, esta noche. Después volverás y seguirás fingiendo que le quieres a ella, y bah. Esto es una gilipollez. Nos estamos equivocando- Dijo ella sin despegar la vista de las estrellas, sin mirarle.
+ Soy feliz contigo.
- ¿Y con ella? No te entiendo, de verdad, no podría ser como tú- Y se levantó. Apagó todas las velas y empezó a guardarlas en su mochila.
+ ¿Estás enfadada? Siempre has sabido lo que suponía que quedáramos hoy- Dijo con voz de enfado, pero triste.
- Ya, sabía que no podía enamorarme- Siguió recogiendo.
+ Y yo lo he hecho.
Entonces ella se quedó callada, delante de él, con los ojos encharcados en lágrimas, pero que gracias a la oscuridad de la noche no se podía apreciar. Rió.
Él se acercó y le dijo:
+ Perdóname si esto te está haciendo daño, si quieres no nos vemos en un tiempo y.. no sé.
Y entonces, justo entonces, ella le besó, sonrió, asintió, y se fue.

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lunes, 18 de julio de 2011

Hoy escribe él

"Tras perder
la última carrera
la liebre abandonó la competición
se casó con una coneja millonaria
e hizo que le planchen
cada arruga.
Por las mañanas
descansa en su mansión
y algunas veces suspira solidaria
mientras desayuna
sopa de tortuga."

Carlos Salem.

viernes, 15 de julio de 2011

El ruido del adiós revienta en mis oídos

Esa noche se acostó con el miedo pegado a las sábanas.
Se tapaba porque tenía frío, y más miedo tenía.
Te estaba esperando, y esperó hasta que desesperó.
Un escalofrío parte sus pensamientos en dos, y sus ojos se quiebran en lágrimas.
Esa noche se acostó con el miedo pegado a las sábanas, y al despertarse, tú no supiste quitárselo.

©Alejandra
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martes, 12 de julio de 2011

Empezamos siendo unos desconocidos


Y nos sentamos juntos en aquel avión, te enseñé matemáticas, y fuimos felices, los dos, nosotros.
Ahora no somos nosotros, y eso escuece más que ácido sobre una herida.
Nos quería así, juntos. Mucho más que alguien que te regale ochenta ticoticos. Aunque ese alguien fuera yo.

©Alejandra

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domingo, 10 de julio de 2011

A vosotros pocos, gracias por ser mis escaleras

¿Sabéis qué? Que las cosas se joden, se estropean. Que las tartas y los libros se acaban, las bombillas se funden y las parejas terminan.
Pero esto no es nada más que despertarse de madrugada y ver que aún me queda mucho por dormir, aunque me encantaría quedarme despierta.
Gracias. A todos. A las que estáis aquí, y a las que no. A las que se han preocupado y me han hecho sentir alguien. Gracias a vosotros soy lo que soy.
Y sé que me voy a caer en un agujero super hondo. Y que me va a costar mucho salir a la superficie, pero también sé que vosotros sois las escaleras que me harán subir.
Me dijeron que viviera el momento, y ahora mi momento sois vosotros.
Os quiero millones chicos.

©Alejandra
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sábado, 9 de julio de 2011

Hay días que es mejor fumárselos

Pero ayer no supe distinguir si era ella quién se fumaba el día, o era el día quién se estaba fumando a ella.
En todo caso, el día acabó lleno de humo,
y mal.

©Alejandra
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lunes, 4 de julio de 2011

Se les veía felices

Hay un momento en el que te das cuenta de no te importaría quedarte así años sin moverte, que no necesitas nada más. Que aunque te rodeen brazos, te sientes libre. Que no hace falta que te digan "te quiero" para sentirte querida. Ni siquiera sientes ni hambre, ni frío, ni miedo, ni sueño. No te importaría quedarte así, como estás, ni más ni menos.
Pues hubo un momento en el que ella se dio cuenta de que no le importaría quedarse así años. Pero entonces miró un poco hacia arriba y sonreíste. Y se dio cuenta de que no, de que se quedaría siglos.

©Alejandra
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