lunes, 29 de noviembre de 2010

Lejos de la puerta, en una mesa para dos.


+ Buenos días. ¿Desea algo?
- Sí, bueno, supongo que lo único que quiero es que él entre por la puerta de esta cafetería y pida café para los dos y nos quedemos hablando los dos durante… qué se yo. Al menos el tiempo que usted tarde en traernos el azúcar. Pero tranquilo, le pediré algo más para no tener que irnos de aquí.
+ Se está a gusto aquí, sí que es verdad. Es invierno y aquí se está calentito. Pero bueno, seguro que aparece. ¿Quiere algo mientras espera?
-Bueno, un café.
+ ¿Solo?
- Sí. En cualquier caso, sí, sola. Él todavía ni siquiera se le habrá ocurrido la idea de venir.


©Alejandra

martes, 23 de noviembre de 2010

Frío.


Y que se que hemos pasado juntos las estaciones más bonitas de todas, y ambos sabíamos que después venían las peores. Las que hace frío y llueve. En la que la ropa no sobra, sino falta. En la que los colacaos en el sofá sustituyen a los refrescos en los parques. En los que los estudios estorban. En la que se conocen tanta gente nueva y estaríamos deseando vernos los fines de semana. Pero yo pretendía ponerme bufanda y compartir el paraguas. Y si me faltaba ropa, me la pondría. Y haría colacaos a todas horas si eras tú el que te los tomabas. Y estudiaría contigo si hiciera falta. Bueno, y la gente nueva simplemente nos recordaría lo que nos echabamos de menos. Pero el frío ha llegado… y yo pretendía pasar calor en pleno invierno, y que fuese por tu culpa.

©Alejandra

viernes, 12 de noviembre de 2010

Ella escribe.

Ayer por la noche se sentó en su escritorio para cambiar sus pensamientos por palabras, y las teclas de su teclado por un simple lápiz. No tiene una goma, y escribe en sucio. Garabatos, tachones y flechas que van a parar a otra línea donde viene mejor.
Se le rompe la punta del lápiz poco antes de acabar. Y no encuentra sacapuntas. Pierde tiempo en buscar un bolígrafo y papá le repite desde fuera de la habitación que es tarde, que se acueste. Pero ella sigue escribiendo, sobre el papel, sobre el lápiz y los garabatos. Sobre las cosas que escribió alguna que otra vez y ahora contradice. Pero sobre todo, escribe sin fronteras, con ganas; y aunque le duele la muñeca, sigue escribiendo. Escribe, porque le gusta, porque quiere, porque lo siente.
Y escribirá algo para que le recuerde que a veces, cuando quiere, cuando piensa y quiere recordar, que cuando miente, cuando intenta… escribe.

©Alejandra

sábado, 6 de noviembre de 2010

No era tarde. No viajaba sola.

Esa noche el metro estuvo callado durante todo el trayecto. Solo se escuchaban de lejos los sollozos de aquella chica. Silencio. Se cae una moneda y retumba en los oídos de cada uno de los pasajeros.
De pronto miedo. Ya no lleva las uñas pintadas, ni el pelo largo, ni rímel en los ojos.

©Alejandra

lunes, 1 de noviembre de 2010

En las lágrimas dibujó sonrisas.


Erase una vez una chica que en una noche no paró de llorar. Y lloraba y lloraba y lloraba. Y cuando parecía que ya estaba calmada, lo volvía a leer y volvía a la carga... Créeme que hasta sollozaba mientras dormía. ¿Qué? No, no. No vivía en un castillo, ni mucho menos. Vivía en un piso pequeño, en un pueblo no muy grande, de una gran ciudad. Y le gustaba lo que os gusta a todas; reír, bailar, mirarse al espejo, las películas románticas, que le quieran… Pero no, esta vez no lloraba por ninguna película. Y de tanto llorar inundó su pequeño piso de lágrimas con sonrisas dibujadas. ¿Qué si eran de felicidad? Claro pequeña, ella se prometió llorar solo por eso.

©Alejandra