sábado, 6 de noviembre de 2010

No era tarde. No viajaba sola.

Esa noche el metro estuvo callado durante todo el trayecto. Solo se escuchaban de lejos los sollozos de aquella chica. Silencio. Se cae una moneda y retumba en los oídos de cada uno de los pasajeros.
De pronto miedo. Ya no lleva las uñas pintadas, ni el pelo largo, ni rímel en los ojos.

©Alejandra

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