
Al cerrar una puerta detrás de ti, lo que realmente haces es entrar en otro sitio, no solo salir. ¿Raro, verdad? Eso mismo pensó ella aquella mañana que se despertó con ganas de soñar.
Se acabaron sus sentimientos, sus ganas de verle, de sentirle, de besarle, porque ya no estaban, porque tampoco querían que estuvieran.
A veces no le terminaba de convencer que fuera así, porque cuando desaparecieron esos sentimientos tristes y el dolor, su sitio lo ocupaban de alguna manera los recuerdos bonitos, incluso los recuerdos que tenía a las tres de la tarde cuando él salía de estudiar.
Él estaba estropeando todo lo que un día hizo bien, poco a poco, y eso le jodía. No por nada, sino porque ella lo único que le quedaban eran los recuerdos, y era a eso a lo que se aferraba cada noche antes de dormir.
Pero aquella mañana que se despertó con ganas de soñar, fue bonita. Descubrió que estaba cerrando la puerta al dolor, y descubrió que eso no suponía cerrársela también a los recuerdos, sino más bien abrirla.
Podía disfrutar cada noche del brillo de algunas estrellas que se apagaron ya hace tiempo. Y así era ahora su amor.
©Alejandra
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Podía disfrutar cada noche del brillo de algunas estrellas que se apagaron ya hace tiempo.
ResponderEliminarOjala la gente fuera menos rencorosa y pudiese disfrutar de ese brillo. Genial como siempre. ¡Un abrazo!
Pues sí, la verdad. ¡Mil gracias Evolet!
ResponderEliminarun besín :)