sábado, 6 de agosto de 2011

#3. Secretos

Ella le conocía. Sabía que su marido había nacido un 23 de Diciembre en un pequeño pueblo de Galicia, y que le gustaba comer lentejas cada lunes. Aunque fuera agosto. Sabía que su color favorito era el verde hierba, que había tenido una novia antes de casarse con ella, y que él se fue casi sin avisar. La dejó, plantada y muerta de pena.
Sabe que ama los viernes, aunque su día de la semana favorito era el martes. Sabe que le quiere, que se casó con él por eso, hace solo un año. Sabe (más bien cree) que su marido es un cabrón (por lo de su exnovia) que siempre está dando por culo y sin hacer nada en su casa. Sabe que siente miedo de que le deje y se vaya, como hizo con la anterior. Sabe que se enamoró de él con apenas dieciséis años, de un hombre que bebía cervezas y montaba en moto, y ella eso le encantaba. Se moría por él, le amaba, y él no lo hacía por aquel entonces.
Pero ella no sabe que su marido bebía cervezas porque no sabía como resolver los problemas. Que tenía moto porque sino no podía ir hasta aquel bar a tomar cervezas y ver como ella iba todos los días al instituto. Que dejó a su exnovia porque sabía que estaba total, y perdidamente enamorada de ella, pero era incapaz de decírselo. Que él no es capaz jamás de dejarle, porque es lo mejor que le ha pasado en la vida. Y que no es un cabrón, ni un hijo de puta, y lo de dar por culo, eso sí es verdad, pero eso pasa en todas las familias (ella también lo daba). No sabía que despertase y ver su sonrisa era la energía de cada día, pero que no se lo hacía saber porque era un orgulloso. Tampoco sabía que no le decía te quiero (nunca, solo una vez el día que hicieron la primera vez el amor, y el día de su boda) por miedo a un "yo ya no". Supongo que por lo tanto no sabía que un mes y dos días después de que ella decidiera pedirle el divorcio (porque seguía pensando que su marido era un capullo, que no le echaba cuenta, y que no le quería) él le había preparado la mayor sorpresa de su vida. Después de todo le iba a demostrar todo lo que sentía.
Pero un mes y dos días después, cuando subieron a ese rascacielos, él le dijo que le amaba. Que le perdonase por no habérselo dicho antes. Y ella le besó, sin decirle que su bolso llevaba los papeles del divorcio, y que ella no le quería. Pero él le amaba (y sabía que si seguía así ella volvería a caer, igual que aquella vez con dieciséis años), así que confió en que volvería a amarle, rompió los papeles, y se sintió segura. Porque eso es lo que necesitaba para ser feliz: seguridad.

©Alejandra
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