sábado, 9 de junio de 2012

Corbatas.

Me despierto.
Aún no se ha ido y mi almohada grita a voces sordas que vuelva. 
Son las nueve de la mañana aunque mi cansancio juraría que ni siquiera son las cinco. 
Él está sentado en la cama y se está poniendo la corbata. Está de espaldas a mí, y ni siquiera creo que sepa que estoy despierta. 
Por un momento dudo si levantarme y abrazarle, y pedirle que no se vaya. 
Pero me quedo en la cama, con la esperanza de que él sea el que se gire, sonría y volvamos con los besos. 
Y entonces se gira y sonríe. Y me sonríe. Y ya no creo que merezca la pena seguir escribiendo. 
Tanto amor no cabría aquí.

©Alejandra
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