lunes, 17 de enero de 2011

Que te esperen a la salida.


¿Sabes lo que pasa? Que los regalos, las cartas, las flores, los bombones son algo que no quería, necesariamente. En serio, no le gustaba recibirlos muy a menudo. Ella siempre ha pensado de que los sentimientos no se transmiten por eso. Ella era más de un sms a las doce de las noche que dijera: "Buenas noches, cenicienta", o un simple te quiero fuera de contexto, que valía por mil millones de ramos de flores, y más.
Ella prefería eso de que al salir de las clases estuvieras esperándola. ¿Qué gilipollez, eh? Pues se moría porque le esperares cada día. Y ya sabes, poder sin decir nada, decirlo todo.
Porque a eso se resume el amor para ella. A que al salir de clase alguien te esté esperando.
No pedía que estuvieras allí con un ramo de flores, ni un paquete de cigarrillos para dos, ni mucho menos. Con que estuvieras tú, se valía, y le sobraba.
Pero hoy, a la salida, le hubiese encantado salir hasta la puerta sonriendo desde lejos, por haberte visto. Acercarse, hablar un rato, y después despedirse con un beso fugaz en los labios. Pero una vez más, hay mil chicos.
Pero ninguno de ellos eras tú, esperándole a ella.

©Alejandra.

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