lunes, 2 de abril de 2012

Cristales.


Habían dos cristales.
El primero verde, fino, pequeño. Aislaba tu cerveza del resto del mundo.
El segundo era transparente, más grueso, y cubría toda la pared.
La verdad es que no sé si eran vidrios reciclados, si antes de llegar ahí habían estado manoseados por niños pequeños haciendo caras en ellos, o habían servido de ventana en cualquier casa. No tenía ni idea de sus vidas, de si se habían roto alguna vez, y ellos tampoco parecían tener ganas de contármela.
La cosa es que el segundo, el que cubría toda la pared, me dejaba entrever, entre gente y mesas, a ti, y tu sonrisa, y tu jersey gris; y también en aquella mano el primer cristal: tu botella.
La verdad es que siempre pensé que las botellas de cerveza deberían tener un mensaje en su interior que te dijera lo que necesitas. Un "Dile que la quieres" hubiera sido suficiente. Quizás un "A tu derecha hay más" o "Entra y recuérdale que sigues fuera" hubiera sido uno bueno para mí.
Pero la verdad es que esa noche no había mensaje en ninguna botella.
Ni tampoco solo dos cristales.
El tercer cristal sí que era reciclado, y sabía de su vida más que de la de ningún otro. Se había roto varias veces, y aún así seguía siendo frágil.
Deberías saber que mi corazón, esa noche, se convirtió en el tercer cristal.


Alejandra©
DON'T COPY

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