miércoles, 5 de enero de 2011

Es el queso de sus macarrones.


Si no estaba con ella la buscaba dentro de un whisky con hielo. Le llamaba, le buscaba. La esperaba en la esquina de su calle, y se hacía el tonto, como si hubiera estado allí a esa hora por casualidad. Iba a la biblioteca los jueves a las tres menos cuarto solo para ver como subía las escaleras, y sonreía. Y los viernes, iba a aquel bar para verla, y bueno, hablaban dos palabras, pero era suficiente. Los sábados hacía lo posible por saber si iba a una fiesta, para él estar con sus amigos, allí.
Le quería. Y hacía todo lo que estaba en sus manos por tenerla, por verla. Y por un lado quería olvidarle, pero por otro, sabía que era la única persona de este jodido mundo que podía hacerle feliz.

©Alejandra.

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